Ya que ayer publiqué este delicioso conejo cazador, hoy no iba a publicar nada pero, visto el diluvio que estamos sufriendo en Madrid desde ayer, he decidido compartir con vosotros esta crema riquísima.
Se trata de una receta de aprovechamiento, fácil, barata y sencilla.
El otro día, compramos un manojo de rábanos muy grande y tenía una mata hermosa de hojas, que me llevó a preguntarme si las hojas de rábanos eran comestibles.
Siempre me da mucha pena tirar cosas que se pueden aprovechar, y más si las he pagado, ¡jeje!
Tras una pequeña búsqueda en San Google que lo sabe todo, he encontrado muchos foros que hablan de ello y, muy feliz con mi hallazgo, he podido comprobar que, al igual que las hojas de las zanahorias, las de rábanos sí se pueden comer.
Estad atentos, porque pienso utilizarlas en más de un plato, he encontrado muchas ideas, ¡y es que están riquísimas!
Crudas o cocidas, se pueden utilizar y tienen un sabor mucho más suave que el rábano en sí.
Resulta que con eso del sobreconsumo de finales del siglo XX, se han dejado de comer partes de los alimentos que, hoy en día, han caído totalmente en el olvido.
No sé por qué motivo, tanto en Francia como aquí, muy pocas personas comen las hojas de rábanos.
Pero a partir de ahora, yo no seré de ésas, ¡comeré el verde de los rábanos!
:-)
La receta de hoy está inspirada en mi crema favorita: la de berros.
Ya sabéis que me encanta cenar cremas de verduras los días de frío y, como muestra, aquí tenéis toooodas las que tengo publicadas.
La de hoy ya entra a formar parte de esta colección, y espero que os animéis con ella, os sorprenderá, sin duda.
Ingredientes (3-4 cuencos):
1 cebolla
3 dientes de ajo negro (sustituibles por ajo corriente, aunque perderá este matiz)
2 patatas
las hojas de un manojo grande de rábanos
200 ml de nata para cocinar (18% m.g.)
agua
aceite de oliva
sal y pimienta
Receta:
Primero, lava bien las hojas de rábanos en agua fría: asegúrate de apartar todas las hierbas que no sean de rábano (no es plan de intoxicarse con otras hierbas sólo por aprovechar las hojas de los rábanos, ¡jeje!), y ve dándoles 2 o 3 baños en agua bien fría, escurriendo y cambiando el agua entre cada baño.
Déjalas escurriendo mientras empiezas con la preparación (yo uso un escurridor de lechuga pero se pueden dejar en un colador, sacudiéndolo un par de veces para escurrir al máximo).
Ahora, pela la cebolla y córtala a trocitos.
Pela el ajo negro (si vas a usar ajo corriente, quítales el germen a los 3 dientes).
En una olla, en un poco de aceite de oliva, sofríe la cebolla y los dientes de ajo enteros con una buena pizca de sal gorda a fuego medio.
Mientras se va pochando, pela y corta la patata a daditos.
Cuando esté la cebolla blandita y se empiece a dorar, agrega las patatas.
Baja el fuego y ve preparando las hojas de rábanos.
Córtalas a tiras (eso es para que se hagan antes y pierdan menos propiedades en la cocción, así como para evitar que se enrollen en tu batidora y que ésta se atasque con las hebras de las hojas).
Échalas a la olla, mezcla y cubre con agua.
Deja cocer hasta que la patata está hecha y se pueda romper con la cuchara/el tenedor.
Entonces agrega la nata y muele bien fino.
Si sale demasiado espesa, agrega más agua y sal hasta tener el punto deseado.
Si eres muy quesera como yo, con un delicioso Espi du Poitou o un Encalat de l'Affineur de fromage, se te saltarán las lágrimas...
Sólo queda relajarse, pillar la mantita, el cojín suave, y disfrutar de una buena película tan ricamente en el sofá...
Mola el plan, ¿verdad?
;-)
¡Hasta la próxima, amig@s!
Besos.
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